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jueves, 21 de noviembre de 2019

Te quiero tranquila

Miho Hirano

Deseo que dejes de cargar el mundo sobre tus hombros.
Deseo que dejes de poner a todo mundo encima tuyo, así sean tus padres, tus hijos, tus amigos o tus jefes.
Que dejes de comerte lo que sobra para que no vaya a la basura.
Necesito que entiendas que no podrás cambiar el mundo.
No podrás ayudar a todos los que te necesitan y estar para los que te aman, si no empiezas a amarte.

Necesito que te ames como amas a todos los demás, que te vuelvas tu principal prioridad y que no te trates como opción.

Que dejes de posponer el salón de belleza y de ofrecerte a tomar la foto para no salir en ella.
Yo te quiero tanto que podría sentarme a escucharte en un parque, en una banca. Ni el café me haría falta. Yo no te quiero a dieta, ni delgada, ni loca de fitness...Te quiero sana, te quiero guapa, te quiero así, divina, pero con las ganas de hacer las paces contigo, con esa mujer que ya se dejó el cabello desatendido y no recuerda cuando fue la última vez que estrenó algo.
Porque al Mirarte al espejo a ponerte linda, no te hace menos mamá, menos tía, menos abuela, menos mujer, menos esposa o profesional.


Porque mientes al decir que nadie te mira, ¡te miras tú!
Tú, tu primer, verdadero y leal amor,
Tú, tu juez más duro,
Tú, tu gran saboteador.
Tú, quien no se perdona.
Tú, ¡la persona más importante en tu vida!
Yo quiero que te dediques un momento a hacer algo para ti, una lectura, un proyecto, una caminata, una visita que te ayude a ti a sacar el dulce y confrontar lo amargo, y verás que la palabra PERDÓN, cuando viene de una misma para consigo misma, es una gran bendición.
Crece una mujer independiente, sabia, ¡feliz! El mejor y único compromiso es amarse y respetarse a sí misma.

Quierete así: grande, única y feliz.
- Visto en la web

jueves, 4 de julio de 2019

No te detengas; un poema de Walt Whitman

Vicente Romero Redondo



No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
“Emito mis alaridos por los techos de este mundo”,
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los “poetas vivos”.
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas.

viernes, 20 de octubre de 2017

Querida mujer...



Querida mujer:
Te pido que entres en tu interior y cambies tu manera de pensar. Conecta con tus tesoros interiores y úsalos. Cuando conectes con ellos, te entregarás a la vida desde la magnificencia de tu ser. Conecta con tus tesoros CADA DÍA.
Trátate de forma especial, como a una amiga muy querida. Una vez por semana concierta una cita contigo misma y sé fiel a ella. Ve a un restaurante, a ver una película, a un museo, o practica un deporte que te guste en particular. Vístete para la ocasión. Come tus platos preferidos. Ponte tu ropa interior más fina. No reserves las cosas buenas para cuando estés en compañía. Sé tu propia compañía. Ve a hacerte tratamientos faciales y masajes; mímate. Si no tienes mucho dinero, intercambia estas actividades con una amiga.
Sé agradecida con la Vida. Haz actos de amabilidad al azar. Paga el peaje a otra persona. En unos aseos públicos, recoge los papeles, limpia el lavabo, déjalo agradable para la persona que venga detrás de ti. Recoge lo que los demás hayan tirado al suelo en la playa o en el parque. Dale una flor a alguien que conozcas. Habla con una persona sin hogar. Haz una meditación sanadora por un delincuente. Dile a otra persona cuánto la aprecias. Léele a una persona mayor que viva sola. Los actos de bondad nos hacen sentir bien.


Nacemos solas y morimos solas. Nosotras elegimos la manera de llenar los espacios de en medio. Nuestra creatividad no tiene límites. Nuestras capacidades han de ser una fuente de alegría. Somos muchas las que fuimos educadas para creer que no podemos cuidar de nosotras mismas. Es fabuloso saber que sí podemos. Repítete a ti misma: «Pase lo que pase, sé que soy capaz de afrontarlo».
Necesitamos crearnos un maravilloso espacio interior. Haz que tus pensamientos sean tus mejores amigos. La mayoría de las personas piensan lo mismo una y otra vez. Tenemos un promedio de 60.000 pensamientos al día, y la mayoría de ellos son los mismos que tuvimos el día anterior, y el anterior, y el anterior. Nuestros pensamientos habituales pueden convenirse en surcos de negatividad. Ten nuevos pensamientos cada día. Piensa en nuevas maneras de hacer las cosas. Ten una firme filosofía de la Vida, que te apoye siempre y de todas formas. He aquí la mía:
-  Siempre estoy a salvo, divinamente protegida.
-  Todo lo que necesito saber se me revela.
-  Todo lo que necesito viene a mí en el momento y el lugar perfectos.
-  La vida es una alegría y está llena de amor.
-  Soy una persona que ama y es amada.
-  Mi salud es excelente.
-  Prospero dondequiera que me encuentre.
-   Estoy dispuesta a cambiar y crecer.
-  Todo está bien en mi mundo.
Repito con frecuencia estas afirmaciones. Las digo una y otra vez si algo va mal en
algún aspecto. Por ejemplo, si me siento indispuesta, repito: «Mi salud es excelente». Si paso por un lugar oscuro, afirmo repetidas veces: «Siempre estoy a salvo, divinamente protegida». Estas creencias forman parte de mí hasta el punto que puedo recurrir a ellas en un instante. Haz una lista que refleje tu filosofía de la vida. Siempre puedes cambiarla o alargarla. Créate ahora mismo tus leyes personales. Créate un universo seguro. El único poder que puede dañar tu cuerpo y tu entorno son tus propios pensamientos y creencias. Y tú los puedes cambiar.
En estos momentos vives con la pareja perfecta: ¡tú misma! Antes de venir al planeta esta vez, elegiste ser quien eres en esta vida. Ahora tienes que pasar toda tu vida contigo. Alégrate y goza de esta relación. Haz que sea la mejor y más amorosa que puedas tener. Sé cariñosa contigo misma. Ama el cuerpo que elegiste; te acompañará toda la vida. Si hay cosas en tu personalidad que desearías cambiar, cámbialas. Hazlo con amor y risa, mucha risa.
Todo esto forma parte de la evolución de tu alma. Creo que esta época es la más emocionante para vivir. Cada mañana al despertar agradezco A Dios el privilegio de estar aquí y experimentar todo lo que hay Confío en que mi futuro será Bueno.
.Elige afirmaciones que te den poder como mujer Cada día haz por lo menos una de las siguientes afirmaciones:
  • Estoy descubriendo lo maravillosa que soy.
  • Veo en mi interior a un ser magnífico.
  • 
Soy sabia y hermosa.
  • Amo lo que veo en mí.
  • Elijo amarme y disfrutar
.
  • Soy una mujer independiente.
  • Soy responsable de mi vida.
  • Amplio mis capacidades.
  • Soy libre de ser todo lo que puedo ser.
  • Tengo una vida fabulosa.
  • Mi vida está llena de amor.
  • 
En mi vida el amor empieza conmigo.
  • Tengo dominio sobre mi vida.
  • Soy una mujer poderosa.
  • Soy digna de amor y respeto.
  • No estoy sometida a nadie; soy libre.
  • Estoy dispuesta a aprender nuevas maneras de vivir
.
  • Vuelo con mis propias alas.
  • Acepto y uso mi poder.
  • Estoy en paz con el hecho de no tener pareja.
  • Disfruto esté donde esté.
  • Me amo y me valoro.
  • Amo y apoyo a las mujeres de mi vida y disfruto con ellas.
  • Mi vida me satisface profundamente.
  • Exploro los muchos caminos del amor.
  • Me encanta ser mujer.
  • Me encanta estar viva en este punto del tiempo y el espacio.
  • Lleno de amor mi vida.
  • Acepto el regalo del tiempo que paso sola.
  • Me siento totalmente completa y sana.
  • Estoy a salvo y todo está bien en mi mundo.
  • Soy una mujer poderosa, infinitamente digna de amor y respeto.
  • Estoy dispuesta a ver mi magnificencia y en este momento elijo eliminar de mi mente y de mi vida toda idea y todo pensamiento negativos, destructivos y temerosos que me impidan ser la mujer magnífica que estoy destinada a ser.
  • Ahora vuelo con mis propias alas, me apoyo y pienso por mí misma.
  • Me doy lo que necesito.
  • Estoy a salvo mientras crezco.
  • Cuanto más me satisfago y realizo, más me aman los demás.
  • Entro en las filas de las mujeres que sanan a otras mujeres.
  • Soy una bendición para el planeta.
  • Mi futuro es luminoso y hermoso.
¡Y así es!
¡VIVIR!
- Louise L. Hay 



martes, 7 de marzo de 2017

Ahora es el momento...tu momento. ♥



¿Hasta cuándo vas a esperar a que sea de noche y hayas tomado unos tragos de más para reírte de cualquier cosa hasta que te duela la panza? ¿Hasta cuándo vas a cargar con ese llanto que no querés soltar? ¿Hasta cuándo vas a sonreír sin mostrar los dientes? ¿Hasta cuándo te va a dar vergüenza bailar? ¿Hasta cuándo te vas a poner ropa que ni siquiera te gusta sólo porque está de moda? ¿Hasta cuándo vas a pedir permiso y vas a dar explicaciones por hacer lo que te gusta? ¿Hasta cuándo te va a preocupar lo que los desconocidos opinen de vos? Si ya sabés que lo que alguien opina de vos habla más de él mismo que de cómo sos, sobre todo cuando ni siquiera le importás. ¿Hasta cuándo vas a pasar tiempo con gente que no te cae bien? ¿Hasta cuándo vas a seguir enganchado con alguien que ya hizo su vida y hasta cuándo vas a seguir sin hacer la tuya? Hasta cuándo le vas a tener miedo al compromiso? ¿Hasta cuándo vas a tener miedo de jugarte todo por alguien que querés? ¿Hasta cuándo vas a hacer como que no te enojan los que te enojan, no te lastiman los que te lastiman, no te invaden los que te invaden ni te hacen falta los que ya no están?
Que no se te termine el tiempo sin haber sido vos de verdad. Con tus alegrías, con tus frustraciones, con tus tristezas y con tus pérdidas de rumbo. Equívocate, cambiá de opinión, mandate muchas cagadas juntas, y aprendé, crecé y mejorá. Que no se te termine el tiempo sin haberte animado. Y que salga como salga, que el solo hecho de saltar a veces ya lo es todo.
Nadie sabe hasta cuándo está acá.
-Bleuminette


miércoles, 4 de enero de 2017

La mujer más hermosa de la ciudad, Charles Bukowski

Cass era la más joven y hermosa de cinco hermanas. Cass era la mujer más hermosa de la ciudad. Medio india, con un cuerpo flexible y extraño, un cuerpo fiero y serpentino y ojos a juego. Cass era fuego móvil y fluido. Era como un espíritu embutido en una forma incapaz de contenerlo. Su pelo era negro y largo y sedoso y se movía y se retorcía igual que su cuerpo. Cass estaba siempre muy alegre o muy deprimida. Para ella no había término medio. Algunos decía que estaba loca. Lo decían los tontos. Los tontos no podían entender a Cass. A los hombres les parecía simplemente una máquina sexual y no se preocupaban de si estaba loca o no. Y Cass bailaba y coqueteaba y besaba a los hombres pero, salvo un caso o dos, cuando llegaba la hora de hacerlo, Cass se evadía de algún modo, los eludía.
Sus hermanas la acusaban de desperdiciar su belleza, de no utilizar lo bastante su inteligencia, pero Cass poseía inteligencia y espíritu; pintaba, bailaba, cantaba, hacía objetos de arcilla, y cuando la gente estaba herida, en el espíritu o en la carne, a Cass le daba una pena tremenda. Su mente era distinta y nada más; sencillamente, no era práctica. Sus hermanas la envidiaban porque atraía a sus hombres, y andaban rabiosísimas porque creían que no les sacaba todo el partido posible. Tenía la costumbre de ser buena y amable con los feos; los hombres considerados guapos le repugnaban: “No tienen agallas -decía ella-. No tienen nervio. Confían siempre en sus orejitas perfectas y en sus narices torneadas… todo fachada y nada dentro…” Tenía un carácter rayando la locura; Un carácter que algunos calificaban de locura.
Su padre había muerto del alcohol y su madre se había largado dejando solas a las chicas. Las chicas se fueron con una pariente que las metió en un colegio de monjas. El colegio había sido un lugar triste, más para Cass que para sus hermanas. Las chicas envidaban a Cass y Cass se peleó con casi todas. Tenía señales de cuchilladas por todo el brazo izquierdo, de defenderse en dos peleas. Tenía también una cicatriz imborrable que le cruzaba la mejilla izquierda; pero la cicatriz, en vez de disminuir su belleza parecía, por el contrario, realzarla.
Yo la conocí en el bar West End unas noches después de que la soltaran del convento. Al ser la más joven, fue la última hermana que soltaron. Sencillamente entró y se sentó a mi lado. Yo quizá sea el hombre más feo de la ciudad, y puede que esto tuviera algo que ver con el asunto.
-¿Tomas algo?
-Claro, ¿Por qué no?
No creo que hubiese nada especial en nuestra conversación esa noche, era solo el sentimiento que Cass transmitía. Me había elegido y no había más. Ninguna presión. Le gustó la bebida y bebió mucho. No parecía tener edad, pero de todos modos le sirvieron. Quizás hubiese falsificado el carné de identidad, no sé. En fin, lo cierto es que cada vez que volvía del retrete y se sentaba a mi lado yo sentía cierto orgullo. No solo era la mujer más bella de la ciudad, sino también una de las más bellas que yo había visto en mi vida. Le eché el brazo a la cintura y la besé una vez.
-¿Crees que soy bonita? -preguntó.
-Sí, desde luego. Pero hay algo más… algo más que tu apariencia…
-La gente anda siempre acusándome de ser bonita. ¿Crees de veras que soy bonita?
-Bonita no es la palabra, no te hace justicia.
Buscó en su bolso. Creí que buscaba el pañuelo. Sacó un alfiler de sombrero muy largo. Antes de que pudiese impedírselo, se había atravesado la nariz con él, de lado a lado, justo sobre las ventanillas. Sentí repugnancia y horror.
Ella me miró y se echó a reír.
-¿Crees ahora que soy bonita? ¿Qué piensas ahora, eh?
Saqué el alfiler y puse mi pañuelo sobre la herida. Algunas personas, incluido el encargado, habían observado la escena. El encargado se acercó.
-Mira -dijo a Cass-, si vuelves a hacer eso te echo. Aquí no necesitamos tus exhibiciones.
-¡Vete a la mierda, amigo! -dijo ella.
-Será mejor que la controles -me dijo el encargado.
-No te preocupes -dije yo.
-Es mi nariz -dijo Cass-, puedo hacer lo que quiera con ella.
-No -dije-, a mí me duele.
-¿Quieres decir que te duele a ti cuando me clavo un alfiler en la nariz?
-Sí, me duele, de veras.
-De acuerdo, no lo volveré a hacer. ¡Ánimo!
Me besó, pero como riéndose un poco en medio del beso y sin soltar el pañuelo de la nariz. Cuando cerraron nos fuimos a donde yo vivía. Tenía un poco de cerveza y nos sentamos a charlar. Fue entonces cuando pude apreciar que era una persona que rebosaba bondad y cariño. Se entregaba sin saberlo. Al mismo tiempo, retrocedía a zonas de descontrol e incoherencia. Esquizoide. Una esquizo hermosa y espiritual. Quizás algún hombre o algo acabase destruyéndola para siempre. Esperaba no ser yo.
Nos fuimos a la cama y cuando apagué las luces me preguntó:
-¿Cuándo quieres hacerlo, ahora o por la mañana?
-Por la mañana -dije, y me di la vuelta.
Por la mañana me levanté, hice un par cafés y le llevé uno a la cama. Se echó a reír.
-Eres el primer hombre que conozco que no ha querido hacerlo por la noche.
-No hay problema -dije-. En realidad no tenemos que hacerlo.
-No, espera, ahora quiero yo. Déjame que me refresque un poco.
Se fue al baño. Salió enseguida, realmente maravillosa, largo pelo negro resplandeciente, ojos y labios resplandecientes, toda resplandor… Se desperezó sosegadamente, buena cosa. Se metió en la cama.
-Ven, amor.
Fui. Besaba con abandono, pero sin prisa. Dejé que mis manos recorriesen su cuerpo. Acariciasen su pelo. La monté. Su carne era cálida y firme. Empecé a moverme despacio y queriendo que durara. Ella me miraba a los ojos.
-¿Cómo te llamas? -pregunté.
-¿Qué diablos importa? -preguntó ella.
Solté una carcajada y seguí. Después se vistió y la llevé en coche al bar, pero era difícil olvidarla. No tenía que trabajar así que dormí hasta las dos y luego me levanté y leí el periódico. Cuando estaba en la bañera, entró ella con una hoja: una oreja de elefante.
– Sabía que estarías en la bañera -dijo-, así que te traje algo para tapar esa cosa.
Y me echó encima, en la bañera, la hoja de elefante.
-¿Cómo sabías que estaba en la bañera?
-Lo sabía.
Cass llegaba casi todos los días cuando yo estaba en la bañera. No era siempre la misma hora, pero raras veces fallaba, y traía la hojas de elefante. Y luego hacíamos el amor. Telefoneó una o dos noches y tuve que sacarla de la cárcel por borrachera y pelea.
-Esos hijos de puta -decía-, solo porque te pagan unas copas creen que pueden llevarte a la cama.
-La culpa la tienes tú por aceptar la copa.
-Yo creía que se interesaba por mí, no solo por mi cuerpo.
-A mí me interesas tú y tu cuerpo. Pero dudo que la mayoría de los hombres puedan ver más allá de tu cuerpo.
Dejé la ciudad y estuve fuera seis meses, anduve vagabundeando; volví. No había olvidado a Cass ni un momento, pero habíamos tenido algún tipo de discusión y además yo tenía ganas de ponerme en marcha, y cuando volví pensé que se habría ido; pero no llevaba sentado treinta minutos en el West End cuando ella llegó y se sentó a mi lado.
-Vaya, cabrón, veo que has vuelto.
Pedí un trago para ella. Luego la miré. Llevaba un vestido de cuello alto. Nunca la había visto así. Y debajo de cada ojo, clavado, llevaba un alfiler de cabeza de cristal. Solo se podían ver las cabezas de los alfileres, pero los alfileres estaban clavados.
-Maldita sea, aún sigues intentando destruir tu belleza….
-No, no seas tonto, es la moda.
-Estás chiflada.
-Te he echado de menos -dijo.
-¿Hay otro?
-No, no hay ninguno. Solo tú. Pero ahora trabajo en la calle. Cobro diez billetes. Pero para ti es gratis.
-Sácate esos alfileres.
-No, es la moda.
-Me hace muy desgraciado.
-¿Estás seguro?
-Sí, mierda, estoy seguro.
Se sacó lentamente los alfileres y los guardo en el bolso.
-Porque la gente cree que es todo lo que tengo. La belleza no es nada. La belleza no permanece. No sabes la suerte que tienes siendo feo, porque si le agradas a alguien sabes que es por otra cosa.
-Vale -dije-, tengo mucha suerte.
-No quiero decir que seas feo. Solo que la gente cree que lo eres. Tienes una cara fascinante.
-Gracias.
Tomamos otra copa.
-¿Qué andas haciendo? -preguntó.
-Nada. No soy capaz de apegarme a nada. Nada me interesa.
-A mí tampoco. Si fueses mujer podrías ser puta.
-No creo que quisiera establecer un contacto tan íntimo con tantos extraños. Debe ser un fastidio.
-Tienes razón, es fastidioso, todo es fastidioso.
Salimos juntos a la calle. La gente aún miraba a Cass. Aún era una mujer hermosa, quizá más que nunca.
Fuimos a casa. Abrí una botella de vino y hablamos. A Cass y a mí siempre nos era fácil hablar. Ella hablaba un rato, yo escuchaba, y luego hablaba yo. Nuestra conversación fluía fácil sin tensión. Era como si descubriésemos secretos juntos. Cuando descubríamos uno bueno, Cass se reía con aquella risa… de aquella manera en que solo ella podía reírse. Y durante la charla nos besábamos y nos arrimábamos. Nos pusimos muy calientes y decidimos irnos a la cama. Fue entonces cuando Cass se quito aquel vestido del cuello alto y lo vi… Vi la mellada y horrible cicatriz que le cruzaba el cuello. Era grande y ancha.
-Maldita sea, condenada, ¿Qué has hecho? -dije desde la cama.
-Lo intenté con una botella rota una noche. ¿Ya no te gusto? ¿Soy bonita aún?
La arrastré a la cama y la besé. Me empujó y se echo a reír:
-Algunos me pagan los diez y luego, cuando me desvisto, no quieren hacerlo. Yo me quedo los diez. Es muy divertido.
-Sí -dije-, no puedo parar de reír… Cass, cabrona, te amo… deja de destruirte; eres la mujer con más vida que conozco.
Volvimos a besarnos. Cass lloraba en silencio. Sentí las lágrimas. Sentí aquel pelo largo y negro tendido bajo mí como una bandera de muerte. Disfrutamos e hicimos un amor lento y sombrío y maravilloso.
Por la mañana, Cass estaba levantada haciendo el desayuno. Parecía muy tranquila y feliz. Cantaba. Yo me quedé en la cama gozando su felicidad. Por fin, vino y me zarandeó.
-¡Arriba, cabrón! ¡Échate agua fría en la cara y la pinga y ven a disfrutar del banquete!
Ese día la llevé en coche a la playa. No era un día de fiesta y aún no era verano, todo estaba espléndidamente desierto. Vagabundos playeros en andrajos dormían en la arena. Había otros sentados en bancos de piedra compartiendo una botella solitaria. Las gaviotas revoloteaban, estúpidas pero distraídas. Ancianas de setenta y ochenta, sentadas en los bancos, discutían las ventas de fincas dejadas por maridos asesinados mucho tiempo atrás por la angustia y la estupidez de la supervivencia. Había paz en el aire y paseamos y estuvimos tumbados por allí y no hablamos muchos. Era agradable simplemente estar juntos. Compré sándwiches, papas fritas y bebidas y nos sentamos a beber en la arena. Luego abracé a Cass y dormimos así abrazados un rato. Era mejor que hacer el amor. Era como fluir juntos sin tensión. Luego volvimos a casa en mi coche y preparé la cena. Después de cenar, le sugerí a Cass que viviésemos juntos. Se quedó mucho rato mirándome y luego dijo lentamente “No”. La llevé de nuevo al bar, le pagué una copa y me fui.
Al día siguiente, encontré trabajo como empaquetador en una fabrica y trabajé todo lo que quedaba de semana. Estaba demasiado cansado para andar mucho por ahí, pero el viernes por la noche me acerqué al West End. Me senté y esperé a Cass. Pasaron horas. Cuando estaba ya bastante borracho, me dijo el encargado.
-Siento lo de tu amiga.
-¿El qué? -pregunté.
-Lo siento. ¿No lo sabías?
-No
-Suicidio, la enterraron ayer.
-¿Enterrada? -pregunté. Parecía como si fuese a aparecer en la puerta de un momento a otro. ¿Cómo podía haber muerto?
-La enterraron las hermanas.
-¿Un suicidio? ¿Cómo fue?
-Se cortó el cuello.
-Ya. Dame otro trago.
Estuve bebiendo allí hasta que cerraron. Cass, la más bella de las cinco hermanas, la mujer más hermosa de la ciudad. Conseguí conducir hasta casa sin poder dejar de pensar que debería haber insistido en que se quedara conmigo en vez de aceptar aquel “No”. Todo en ella había indicado que le pasaba algo. Yo sencillamente había sido demasiado insensible, demasiado despreocupado. Me merecía mi muerte y la de ella. Era un perro. No, ¿por qué acusar a los perros? Me levanté, busqué una botella de vino, bebí lúgubremente. Cass, la chica más guapa de la ciudad, muerta a los veinte años.
Fuera, alguien tocaba la bocina de un coche. Unos bocinazos escandalosos, persistentes. Dejé la botella y aullé:
-¡MALDITO SEAS, CONDENADO HIJO DE PUTA, CALLATE YA!
Seguía avanzando la noche y yo no podía hacer nada.
FIN

Vía: Ciudad Selva 

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Me perdono ♥

¿...y qué tal si me perdono?
Me he sentado a tomar un café conmigo misma frente al espejo y me descubrí alzándome la ceja como siempre, entonces me dije a mi misma que ya estuvo bueno de ser tan dura a veces y que deberíamos probar, simplemente, perdonarme... Me perdono por dejarme en último lugar infinidad de veces,

me perdono por hacerme pedazos para completar a otros,

me perdono por no tener tiempo para mí,

me perdono por no hacerme caso y tropezar con el mismo obstáculo una y mil veces,

me perdono por poner mi salud como un pendiente y no como una prioridad,

me perdono por haber hablado de más,

me perdono por haberme callado,

me perdono por confundir resignación con tolerancia,


Vladimir Volegov

me perdono no gastar en mí lo que sin reparo gasto en alguien más que a veces no lo merece,

me perdono por mentirme,

me perdono por no verme al espejo más seguido,

me perdono por no ser más amable conmigo misma,

me perdono por no tenerme paciencia ni tener constancia,

me perdono por ser tan ruda cuando se trata de mí,

me perdono no encajar en un molde,

me perdono por no permitirme muchas cosas,

me perdono por no disfrutar de otras tantas,


Vladimir Volegov - Light breeze


me perdono por no valorar los momentos que valen la pena y darme cuenta muy tarde... ... Mi misma, me dije, debemos aprender a soltar, a dejar ir, a perdonar... Debemos hacer frente común contra el mundo que no está en nuestra contra, simplemente es el mundo y la gente es gente, con lo bueno y con lo malo, a veces solo estamos parados en el camino equivocado con alguien que viene a todo pulmón y nos arrasa sin miramientos... No hay explicaciones ni justificaciones... Es así, sucede... Mi misma, sabes, necesito tu apapacho, tu abrazo, tu complicidad, he aquí el trato... Menos reproches y más amor... Menos revivir el momento y más perdón... ¿Y si me perdono? Ampliamente y de verdad, sin echarme en cara después mi errores, sin pensar en un problema toda la noche, sin sentir un punzada con un recuerdo corrupto cruzándonos la mente... ...¿Y si me perdono mis errores y pasado? Si, me perdono, si me acepto y me corrijo, si me acomodo las piezas si me reseteo la memoria y el corazón... ¡Sí me perdono!

 -Male Capetillo Cabrera


martes, 20 de diciembre de 2016

Si no fuera mamá.

Si no fuera mamá, seguro sería astronauta. 
Conocería galaxias, pondría una hamaca en la luna y cantaría en el silencio total. 

Si no fuera mamá, sería inventora.
Curaría el cáncer con manzanas y cambiaría la vida de multitudes. 

Si no fuera mamá,
Invertiría en la bolsa de valores y sería millonaria. 
Acabaría con el hambre mundial y pondría escuelas donde no las hay. 

Si no fuera mamá, me levantaría tarde, viviría en la playa,
tendría un bronceado magnifico y me dedicaría a verme espectacular.


Si no fuera mamá,
no sabría cocer botones camino a la escuela. 
Ni crearía cuentos antes de dormir, donde todo es posible. 

Si no fuera mamá,
No tendría magia en los labios para curar raspones. Ni me hubiera vuelto a aprender las capitales del mundo para poder hacer tareas. 

No sabría lo que es tener esperanza en cambiar mi vida, para mejorar la de alguien más.

Si no fuera mamá, sería la mitad de lo inteligente que soy.
La mitad de lo paciente, de lo loca,
de lo cocinera que me tuve que hacer. 
No sabría mi capacidad para aguantar el dolor y el insomnio. 
No sabría que se puede amar hasta no temer sacrificar la vida por otro. 

Si no fuera mamá, 
simplemente,
no sería yo.

Mother and Child in the morning , Claudia Tremblay